miércoles, 23 de febrero de 2011

Narvarte

NOS FUIMOS A NARVARTE A ENCENDER VELADORAS
a los muertos, ritual de noviembre, con fotos de Nietzsche
y dos de tu abuela, llena la mesa de guayaba y mandarina,
dos caballos de tequila e incienso para sahumar una bodega,
término general de lo inmóvil, los ojos de los tuyos,
flor de cempasúchil hasta las esquinas, ahí, escribimos
tu epitafio, lo pusimos en una cartulina,
donde no se viera mala leche, a las buenas
de la temporada, los odios más profundos, cabezas
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::[de pescado
amarradas por los huecos, espacios de lo inútil, fruta y flores,
un mantel con estampas, tamales de dulce.
Tú querías hojas de plátano, hacer un simbolismo,
como si Joyce tuviera incumbencia una jarra de agua fría,
Los muertos, te dije, con esto los atarantamos, sus cerebros,
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::[vaya pues
sus desdichas, y del cuerpo, esos que se fueron incompletos,
(por eso no hay fotos de los míos) sin la mitad del estómago,
sin una pierna, con la espalda llagada, etcétera.

No, mejor abre las cervezas y prende la televisión,
The Wire está empezando, en Baltimore, tú sabes,
también la gente muere.

viernes, 11 de febrero de 2011

Cuestiones estéticas (II)

El sol pega directo al vértice irregular entre Insurgentes y Reforma, formando un nudo de volúmenes unidos bajo la luz. Más anchos resulta imposible definir dónde termina la acera defectuosa, los pasos de los andantes de tercera clase, menos largas las zancadas de quienes discuten tener derecho a cruzar las líneas verdes del pavimento aun cuando los autos aceleran en caravana. Todos son desconocidos y llevan las manos al volante, a veces muy pegadas a la oreja. Los topógrafos cuidan que cada centímetro vaya en el compartimento correcto, asignado al número indicado que responde a la línea del dibujo de los neumáticos, sin pensar en márgenes de error. (Son mártires también del descuido, santos que quisieran echar a andar una visita al campo, rodeado de árboles, un río y aire puro.) Todo esto es muy discutible, sabemos, aunque haya un convoy con cientos de Flauberts ensimismados. Los sabios escuchan boleros, los vanidosos leen a Saramago.

jueves, 10 de febrero de 2011

Cuestiones estéticas (I)

Cada que tomo una calle intento fijar en mi mente sus cuestiones estéticas predominantes. Si un pájaro posado sobre un cable es más que gordo y no vuela por sobrepeso, no sólo me veo en la disyuntiva de aventarle una piedra para que caiga y muera o si debo dejarlo tranquilo esperando a que fallezca de un momento a otro, rematado por los neumáticos del trolebús; no se tiene constancia, por ejemplo, de que un andante se detenga a mirar los cables aéreos atestados de seres emplumados para salvaguardar sus vidas. Pero yo lo hago. Esos alados grisáceos que no pueden consigo mismos tienen el derecho a ser fulminados. Una roca veloz sube hasta chocar contra sus cabezas a más de 50 km por hora. Muerte segura, sea por el golpe de la roca en sus picos o por la caída. Las más de las veces es por la roca; un pájaro que cae de un cable no adquiere una velocidad que le permita estalle su cuerpo contra el pavimento. Sin embargo, sabemos que la física endurece las fibras de la permanencia y que la altura a la que se expone un animal de menos de entre 28 y 40 gramos de peso no dignifica su muerte. El orden clásico visualiza plumas enrojecidas “colgadas de la cesta”, y el pavimento frente a casa será otra vez barrido por el recitador de versos de Góngora, echando aquí y allá chorros de cloro.